Polémica en Francia por la venta de un emisor de ultrasonidos 'ahuyenta-jóvenes'
La ministra de Vivienda dice que el 'repelente de adolescentes' fomenta la estigmatización de los jóvenes
Lluís Uría | París. Corresponsal | 04/04/2008 | Actualizada a las 03:31h
En el mercado puede encontrarse una variadísima gama de productos para ahuyentar toda suerte de animales y bichos -básicamente perros, pero también gatos, ratas, cucarachas, hormigas...- por medio de ultrasonidos que escapan al oído humano. Ahora, les ha llegado el turno a los amantes del botellón. La comercialización reciente en Francia y Bélgica de un aparato similar especialmente pensado para dispersar a los jóvenes -ya implantado en el Reino Unido, donde hay instalados unos 3.500 aparatos- ha levantado una viva polémica política.

El controvertido emisor -creado por la firma británica de alarmas Compound Security Systems- tiene un tamaño reducido (doce centímetros de lado) y un aspecto anodino. Pensado para ser colocado a una altura de tres metros -en una pared o en un árbol, al pie de un edificio o en el hall-, barre de indeseables la zona hasta una distancia de veinte metros. Su precio unitario es de 905 euros, aunque hay rebaja si se compran varios a la vez.
En Francia ha empezado a comercializarse sin mucho ruido y, hasta el momento, sólo lo han comprado particulares. "Hemos vendido el sistema a unas 50 comunidades de propietarios y administradores de fincas. Las ventas están en plena expansión", ha dicho el presidente de IBP France, Jacques Gallais, en Le Parisien.
El artilugio genera, de entrada, dudas sobre su inocuidad. Algunos otorrinos subrayan que si sobrepasa el umbral de los 80 decibelios -y de hecho puede llegar a 95- puede ser potencialmente peligroso para la salud. Para compensarlo, los nuevos modelos incorporan un ajuste automático progresivo del volumen -en función del ruido ambiente- e interrumpen la emisión del sonido a intervalos de 20 minutos.
Pero por encima de esto, el debate se centra en el terreno de los derechos individuales. Y ahí, hay una rara unanimidad. La ministra de la Vivienda y la Ciudad, Christine Boutin, difundió ayer un comunicado en que deplora la comercialización del producto. "Llegar a semejante grado de estigmatización y exclusión de los jóvenes muestra hasta qué punto la sociedad de los adultos ya no sabe dialogar con las nuevas generaciones", afirma. Más radical, Vincent Lena, secretario de asuntos urbanos del PS, calificó el aparato de "infamante" y reclamó su prohibición.
En Bélgica, se han recogido ya 7.000 firmas contra la instalación de este aparato en lugares públicos, después de que su colocación en la fachada de un banco haya causado molestias. El ministro de la Juventud, el socialista Marc Tarabella, lo considera inadmisible.